Capitulo 1 – Mi llegada a Lima
Cielo de Lima, año 2025
Mi viaje a Lima estaba lleno de fuertes sensaciones, recuerdos, penas, alegrías, dolores, sorpresas… no era fácil volver a aquella ciudad donde creciste, donde tu familia había vivído por muchos años y donde tuviste muchos amigos que ahora ya no estaban del todo. No era fácil llegar a una ciudad desierta, habían pasado ya 8 años luego del devastador terremoto que había destrozado la ciudad y alrededores en casi su totalidad. Para poder llegar a lo que fue por muchísimos años la ciudad de los Reyes, había que aterrizar en un aeropuerto recientemente construido a 100 kilómetros al este de lo que era Lima; luego, había que tomar unos buses especialmente preparados para transportar viajeros desde el nuevo aeropuerto y que, como algo turístico, te llevaban hasta la ciudad abandonada de Lima a través de una carretera semi-asfaltada que hacía de «autopista», por llamarlo de alguna manera, y que cruzaba totalmente las ruinas de la ciudad de este a oeste, pasando por lo que fue el centro de Lima y llegando hasta las vistas del mar de lo que fue el malecón del distrito de Barranco, Miraflores y Chorrillos. El turismo a Lima había crecido en los últimos 2 años. «La ciudad Titanic» le llamaba la gente, porque lentamente se iba hundiendo desde que la placa de Nazca y la Placa Sudamericana se moviesen de tal manera que arrasase con gran parte de la costa Peruana y Chilena sin hablar de los grandes tsunamis que llegaron al otro lado del pacífico borrando literalmente del mapa islas y grandes ciudades a su paso. El mundo entero había cambiado desde entonces, fuertes presiones había movido las placas terrestres y activado volcanes dormidos por siglos, el mundo había sufrido un cambio radical y de forma exponencial en los últimos meses, pero Lima, la gran Metrópoli del Perú, era de las pocas ciudades que habían quedado desiertas en casi su totalidad y que, desde su antiguo malecón ubicado aproximadamente a unos 50 m.s.n.m., se podía divisar cada día como Lima se iba hundiendo, lentamente, con movimientos sísmicos de ligera intensidad. Desde muchos países llegaba gente aventurera y arriesgada a ver el atardecer en la ciudad Titanic que, ya desde muchos meses atrás, la población que sobrevivió se había trasladado a diferentes ciudades del Perú que no habían sido masivamente afectadas por el terremoto ni por la cadena de volcanes que se habían activado en el sur del Perú y que había borrado en gran parte ciudades y poblados enteros a sus alrededores. Volcanes como Sabancaya, Chachani, Misti y así hasta los volcanes al norte de Chile como el Taapata o el Lascar. Arequipa, la segunda ciudad más importante de Perú, había sido devorada por la gran erupción de los volcanes a su alrededor. Millones de personas se salvaron debido a la rápida actuación de los expertos en volcanes, luego del gran terremoto de Lima, los volcanes empezaron a activarse lentamente y eso permitió que la mayoría de personas de las ciudades cercanas a los volcanes sean evacuadas hasta ponerse a salvo. Los terremotos de México había alertado a Perú y Chile de posibles grandes sismos en los siguientes meses, lo que mantuvo alerta a los 2 países y expertos del mundo.
Mi viaje traía conmigo 2 importantes cosas por hacer, primero reunirme con mis padres en lo que era antiguamente nuestra casa, algo inundada por el mar, pero importante para mí y, para ellos el poder despedirnos antes de viajar conmigo a Europa y reunirnos con mis hermanos. Y segundo, visitar lo que llamaríamos el «nuevo malecón» de Lima, ya que luego del terremoto, gran parte de los acantilados que formaban el antiguo malecón y acantilado, se habían destruido y derrumbado, borrando totalmente lo que era el circuito de playas de la costa verde de Lima. Tenía que verlo con mis propios ojos, tenía que estar ahí frente a esa tremenda actividad terrestre que años atrás una persona ya me lo había descrito de esa manera, alguien que, 25 años atrás, simplemente le creía algo loco y de pronto todo lo que alguna vez me dijo, empezaba a tener sentido. ¿será verdad que me encontraré con él la tarde que visite el malecón, tal como él lo predijo años atrás? – «Nos volveremos a ver luego del gran terremoto, irás al malecón a ver como Lima se va hundiendo y ahí, cerca de ti estaré en pie mirando el mismo atardecer, pero no me reconocerás porque estaré más joven que hoy, aunque yo sí te reconoceré, te miraré y entonces te darás cuenta de mi presencia y finalmente creerás todo lo que te he contado; y sabremos entonces que no nos hemos equivocado al seleccionarte como uno de los nuestros para el gran cambio«.
Él fue mi profesor privado de matemáticas cuando estaba en la universidad allá por el año 2000 y, como muchos alumnos de ingeniería, buscábamos profesores fuera de la universidad para que nos ayuden a comprender mejor todo el mundo de la ciencia «exacta» y obviamente a superar los complejos exámenes de mi carrera de ingeniería. Buscando y buscando, fui a parar a una casa en el barrio de Matellini, parte del gran distrito de Chorrillos donde el profesor «Oscar» realizaba clases con grupo de alumnos según los niveles de educación, primaria, secundaria y universitaria. La casa tenía una pequeña aula pre-construida y ambientada en la cochera con unos 12 pupitres bien ordenados para los alumnos y una gran pizarra en la parte delantera. Al entrar, te encontrabas con una chica joven que hacía el trabajo de secretaria y que llevaba las cuentas financieras y las reservas de los alumnos. Lo que al inicio me sorprendía, y que luego me parecía muy extraño, fue que el precio por hora de este profesor, estaba por debajo, pero muy debajo del precio habitual de otros profesores, tan sólo S./2.5 la hora cuando otros profesores cobraban más de S./10 por hora. El profesor era bueno en la materia, sabía explicar y no lo consideraba un farsante, lograba resolver los complejos ejercicios que nos dejaban como tareas en la universidad con mucha facilidad, además, sabía explicar ciertos trucos para poder llegar a la respuesta correcta. Durante las primeras semanas de clases, él se comportaba de lo más normal conmigo, como con otros alumnos en el pequeño grupo que nos reuníamos con él, pero una tarde, cuando le pedí unas horas extras de clase para comprender mejor unos problemas algo complejos, las cosas cambiaron. Al terminar la hora de clase empezábamos a conversar sobre diferentes temas de la vida; sobre el mundo, la tecnología, el espacio, el futuro. No consideraba que estaba fuera de sus cabales cuando se refería a esto temas hasta que empezó a hablar más sobre «otros tipos de vida», sobre seres más inteligentes y desarrollados que nosotros, lo que nosotros conocíamos como «extraterrestres». Lo curioso de todo, es que él hablaba de seres «extraordinarios» que vivían en nuestra tierra, pero literalmente dentro de ella, es decir, ¡bajo tierra! por eso no les llamaba «extraterrestres» si no «intraterrestres» en tono bromista y aclarando que no era una palabra que existiese en el diccionario. Sus historias me causaban a veces escalofríos y a la vez me impresionaban, era como escuchar una historia de ciencia ficción del siglo XXII en pleno año 2000 pero con mucha sensatez y total realismo que llegaba a imaginarlo en gran parte.
– El piloto del vuelo anuncia que estamos próximos a la ciudad de Lima, «la gran metrópoli abandonada» le llamó. La gente se quería asomar por las ventanillas del avión para ver desde arriba la devastada ciudad, pero las azafatas de vuelo lo impedían con mucha insistencia. A mí, por suerte, me había tocado estar junto a una ventanilla y al sobrevolar parte de Lima, mi asombro fue indescriptible. Siempre consideré fea la ciudad desde arriba, se veía siempre desértica, con poca vegetación y gran parte de sus techos totalmente abandonados, además del terrible tráfico y la contaminación que ella traía. Pero esta vez simplemente era un caos, lo poco que pude ver eran algunas «zonas de comunas» donde grupos de personas se habían agrupado y reorganizado antes de dejar completamente la ciudad. Eran comunidades de familias enteras, que buscaban y esperaban, muy esperanzados, el poder encontrar a sus seres queridos perdidos en el terremoto. Nunca había estado en una de estas comunas, pero sabía de su existencia y su organización y que por suerte estas familias recibían apoyo de muchos países del mundo para poder sobrevivir hasta que finalmente abandonen la ciudad y el peligro. La electricidad, el agua e internet eran escasos, el gobierno Peruano había habilitado pocas zonas con los servicios básicos para poder movilizar a los rescatistas y poder sobrellevar mejor su trabajo, además de servir a los habitantes que aún seguían en Lima.
Al tocar tierra el avión, la gente empezó a aplaudir, un gesto que durante muchos años los peruanos estuvimos acostumbrados a realizar, como gratitud, admiración y destreza hacia el piloto y llevarnos a salvo todo el vuelo hasta nuestro destino final. Yo estaba muy nervioso, más de lo que había imaginado, nada sería fácil, ni cruzar todo Lima en bus, ni ver mi ciudad destrozada, ni ver a mi familia luego de todo este desastre. Desde el día del terremoto, venir a Lima se hizo casi imposible, especialmente los primero 4 años que no había manera de aterrizar un avión cerca a la cuidad a causa del terremoto y las erupciones volcánicas, ni había fácil acceso a través autos o autobuses entre la ciudad. No insistí en viajar a Lima inmediatamente luego del terremoto, desde que mi familia finalmente pudo comunicarse conmigo y dejarme tranquilo al saber que estaban bien. Primero mis hermanos viajaron a Europa para reunirse conmigo, mientras que mis padres decidieron quedarse unos años más por diferentes razones, razones que yo comprendía aunque fuesen muy tristes; entre ellas el no abandonar nuestra casa que mis padres siempre amaron, donde crecimos y donde pasamos muchos hermosos momentos en familia a pesar que estaba semi-destruida y algo dañada luego de las fuertes olas que llegaron luego del terremoto. Solo había visto la casa por fotos, luego que mis hermanos me las enseñasen a su llegada a Madrid.
Al bajar del avión, pude sentir ese aroma tan peculiar que todos tenemos en nuestras tierras, ese olor que el viento traía de las montañas cercanas, olor fresco de ichu y nevados. El nuevo aeropuerto improvisado se ubicaba aproximadamente a unos 1250 m.s.n.m muy cerca a la ciudad de Chosica y ya no tenía el clásico olor a mar que el antiguo aeropuerto tenía y siempre era grato oler en mis llegadas a Lima. Mi corazón palpitaba muy rápido por la emoción que sentía; pero en mi mente sólo corría la idea d llegar a casa y abrazar a mis padres. Un bus nos recogió desde el avión hacia la nueva terminal donde ya mucha gente trabajaba y parecía llevar una vida normal. Agencias de turismo se acercaban para ofrecerme tours a la Ciudad de Lima, totalmente organizados y con todo incluido: «Venga con nosotros señor, visitaremos la ciudad abandonada en casi su totalidad, recorreremos lo que fue el centro histórico de Lima, las derrumbadas torres del distrito comercial de San Isidro, pasaremos por las ruinas de los famosos parques de Miraflores y ahí nos detendremos en el «nuevo» malecón, por llamarlo de alguna manera. Desde ahí podrá apreciar como el mar ha ido subiendo lentamente, podrá comparar fotos que iremos mostrando y compartiendo con ustedes.«
Era sorprendente escucharlos y aún más sorprendente verlos acostumbrados a una tragedia que conmovió al mundo entero y que cambió no sólo el mapa mundial, sino también la manera de pensar de todo el mundo.
En octubre del 2017, cuando la guerra entre Estados Unidos y Corea del Norte nos sorprendió con enormes explosiones matando a millares de personas y contaminando gran parte del hemisferio norte, la gente aún aceptaba como algo «normal» una guerra, la 3ra guerra mundial que se iniciaba por el simple hecho de demostrar poderío y luchar por riqueza. A estos países no parecía importarles la gran contaminación que con esa guerra afectaba al mundo entero. Millones de personas en el mundo realizaban marchas para detener una guerra absurda iniciada por 2 mentes absolutamente egoístas y que sólo pensaban en su bienestar y tener el respeto por ganar un conflicto sin pies ni cabeza. Yo veía inadmisible el tener que soportar una guerra que ya había matado hasta el momento millones de personas inocentes y contaminado mares, ríos y ciudades enteras. Era increíble ver cómo, en nuestro propio planeta, nos matábamos los unos a los otros sin piedad y sin ningún reparo. Ya en Europa se vivía el terror que el grupo terrorista Islámico había sembrado en las calles de diferentes ciudades importantes de Europa. En casi todo lugar del planeta la muerte se apoderó de la mente humana y empezó a verse normal que acabemos con nosotros mismos.
El gran sismo y erupción en cadena de cientos de volcanes en el cinturón de fuego y la placa de Nazca, cambió toda manera de pensar de los humanos, nos volvimos frágiles ante la furia del planeta. Enormes huracanes ya castigaban meses atrás con grandes ciudades y causando cientos de muertes, nada ni nadie podía detener el horror que nuestro propio suelo nos ofrecía, casi como un castigo por el daño que le causamos día a día durante las últimas décadas. No fue el hombre quien detuvo esas guerras sin sentido, fue la tierra, al parecer cansada de nosotros y como queriendo purgarse de la raza humana que simplemente la estaba destrozando, como si fuésemos pulgas que lo único que hacíamos era molestar.
Finalmente empezábamos a recordar que apenas somos como unas hormigas indefensas ante el inmenso e infinito universo y que nuestro hogar finalmente era sólo uno, la tierra y sin ella no seríamos nada. Las guerras empezaron a detenerse, el interés por un país, el oro o riquezas empezaron a ser mínimas, la mejor opción ahora era estar del lado humano y buscar soluciones de supervivencia antes que el planeta realmente colapse.
Mi profesor Oscar había descrito exactamente el terremoto del 2017, recuerdo cuando me dijo: «Lima tendrá un terremoto muy fuerte, sobre 8,5 en la escala de Richter. Recuerdo muy bien ese momento, me encontraba muy cerca a un edificio muy alto, color azul. El sismo empezó como a las 4 de la tarde, en un día muy soleado de Noviembre y por suerte me encontraba en una zona despejada, pero pude ver como la gente desesperada, corría de un lado a otro, mientras la tierra temblaba fuertemente. El enorme edificio azul se tambaleaba y, frente a mis ojos, presencié como la parte más alta del edificio, caía fuertemente sobre el asfalto partiéndose literalmente en dos, fue terrible!»
Sí, el terremoto fue el 3 de Noviembre del 2017 a las 4 de la tarde aproximadamente. También, es verdad que aquel edificio, que mi profesor describió detalladamente el año 2000 y que en aquél entonces no se había construido, se había partido en 2 literalmente y caído hasta desplomarse en el suelo. Sus palabras me retumbaban en la cabeza desde el día del gran terremoto, ¿Como pudo describir mi profesor con tanta precisión un desastre natural tan grande? ¿Cómo pudo hablarme de las guerras y desastres naturales que viviríamos muchos años después en el planeta? ¿habría sido pura casualidad? – Sea como sea, todo aquello había ocurrido, estaba ocurriendo y aún había mucho mas por venir según sus historias que me venían en mente poco a poco.
El bus que tomé para ir hacia el distrito de Chorrillos, estaba lleno de turistas y parecían felices de estar ahí. La mayoría sólo hablaba de llegar a ver el mar, otros querían hacer rutas sobre las zonas volcánicas al sur del Perú y que prácticamente todos los volcanes había dejado de estar activos pocos años atrás. Sentados al final del bus, pude observar a una pareja que a simple vista parecían peruanos, me acerque a ellos para mantener una conversación y poder calmar mis nervios y estrés pero ambos parecía más nerviosos que yo.
Yo estaba exaltado y asombrado por lo que mis ojos veían, todo era un desastre, casas totalmente destruidas, ríos que había cambiado su trayectoria, cerros desmoronados y gente que aún vivía bajo ruinas en lo que antes habrían sido sus viviendas. No veía vida, era realmente una ciudad fantasma llena de tristeza y con olores que se mezclaban entre leña y el monóxido de los buses. En el camino podías ver niños corriendo junto al bus para recibir lo poco que algunos turistas les daban, era difícil aceptar el cambio radical que había tenido mi ciudad desde mi última visita en Junio del 2017. Me sentía como dentro de una película de guerra luego de una gran explosión.
La zona de los pantanos de villa, la cual era una de las más bajas de Lima, había sufrido un fenómeno extraño luego del terremoto, las placas habían levantado ligeramente toda esa zona, por lo que aún no estaba inundada del todo. Las pistas habían desaparecido por la gran humedad que filtraba los pantanales y los mismos pantanos estaban con mucha más agua que lo normal. El bus se detuvo para ver aquella zona que antes era un paraíso para las aves y que al parecer había dejado de serlo porque sus aguas ya eran saladas como el mar, los árboles habían desaparecido y mucha vegetación había muerto por causa de la sal del mar y el humo de los volcanes que llegaron a la costa. No, definitivamente no era lo que yo había imaginado, era mucho peor.
Decidí esperar a que el bus me dejara lo más cerca a mi urbanización, por llamarlo de alguna manera y poder caminar desde ahí. Por suerte, la pareja de peruanos también bajaron conmigo para dirigirse hacia una zona muy cercana a la de mis padres. Luego había que caminar unos 30 minutos para llegar a mi casa, utilizar unas grandes botas para cruzar todo el camino lleno de lodo y fango y finalmente poder apreciar con mis propios ojos aquel lugar donde yo viví miles de emociones y que simplemente de había desvanecido. Muchas de las casas estaban totalmente derrumbadas y abandonadas, algunas otras se habían hundido en parte a causa de la zona arenosa y la capa freática muy cercana. De lejos pude ir apreciando mi casa, parecía no haberle pasado nada, pero sólo era una ilusión por la distancia o quizá lo que mi mente esperaba ver. Ahí, en el preciso momento que estuve frente a mi casa, lloré. Lloré por todos esos años que había esperado para estar ahí, lloré por recordar todo lo que mis ojos habían visto desde el aeropuerto hasta los pantanos de villa. Mis emociones se incrementaron al ver salir a mis padres de mi casa y abrazarme fuertemente, los años habían pasado y lo pude notar inmediatamente en ellos.
Continuará…
Ohhhh!!!!