Mi primo Alfonso

wpid-picsart_1396877296458.jpg

Hace más de 15 años conocí a mi primo Alfonso, hijo único del hermano mayor de mi padre que vive en los Estados Unidos. Alfonso vino por primera vez a conocer a la familia en Lima con 17 años de edad, siempre habíamos escuchado hablar de él pero nunca lo conocimos personalmente.

Todos estábamos encantados de conocerle, solo lo habíamos visto en fotos, blanco, rubio y ojos azules… era muy diferente a todos los demás primos, aunque se parecía más a mi abuela por parte de padre. Cuando le conocí tuvimos una buena química desde el inicio, él hablaba poco español y yo me defendía con mi poco inglés.

Desde el inicio organicé diferentes cosas para salir con él y que lo pase muy bien en la ciudad, tuvimos varias reuniones familiares y él, obviamente, era el centro de atención, la novedad, el primo-sobrino-nieto que todos querían conocer y ver. Durante varias semanas nos visitó y pudimos compartir con él muchas cosas que no habíamos compartido en tantos años. Poco a poco fue tomando mas confianza con la familia en general y un día me dice: «Primo, me gustaría hacerme un tatuaje, ¿sabes cuanto cuesta hacerlo aquí?» y yo le comenté que yo quería hacerme uno hace meses pero que no me atrevía, que había averiguado el precio para el mío y que, dependiendo del tamaño del tatuaje, podría ser un precio similar. «¿Que tatuaje te quieres hacer?» – Le pregunté. «Uno que represente a Perú, aun no lo sé; solo quiero tener en un brazo a Perú por mi padre y en el otro brazo un escorpión negro que representa la ciudad de mi madre en México«, su idea me gustaba mucho aunque me comentó que en Estados Unidos no le permitían hacer un tatuaje por ser menor de edad. «Bueno, podemos preguntarle a tu papá si te deja hacer el tatuaje, si él te da permiso podemos ir» – Le dije. Él aceptó y fuimos a casa de mi abuela a buscar a mi tío. Él no estaba, mi abuela nos dijo que había salido con unos amigos y que le esperemos. Pasaron unas horas y Alfonso estaba desesperado por hablar con su papá.

Finalmente mi tío llego algo pasado en alcohol y mi primo inmediatamente le preguntó si podía ir a hacer el tatuaje, mi tío le dijo «claro, ve con tu primo» muy seguro de su respuesta. No tardamos mucho en llegar a Miraflores, el distrito donde se ubicaba la sala de tatuajes. Alfonso había tomado una imagen de un «TUMI» (Cuchillo Inca de oro) y yo tenía mi imagen que quería hacer, una gárgola. «Primo, tu primero» – me dijo sonriendo – «yo quiero regalarte ese tatuaje por tu cumpleaños, así que pago yo«. Acepté ser el primero así que me recosté boca abajo en la camilla y empezó el doloroso proceso. Alfonso se quedó a mi lado mirando como mi cara hacía tantos gestos de dolor pero a la vez de satisfacción por tener finalmente un tatuaje.

Luego siguió él, se hizo un Tumi grande en el brazo derecho, también hacía gestos de dolor pero por ratos el intentaba no cambiar su cara para demostrar que podía soportarlo. Nos reímos mucho esa tarde de sesión de tatuajes. Al terminar, el tatuador nos entrega a cada uno los trozos de papel con los moldes de nuestros tatuajes para llevarlo de recuerdo. Mi primo estaba super feliz, sentía que ahora si podía mostrar que llevaba parte de Perú en su cuerpo, nunca se había sentido tan peruano como en aquel momento.

Luego decidimos ir a mi casa a ver a mi hermana y prima que se iban de paseo del fin de semana con su escuela. Al llegar, le contamos a una de nuestras tías, quien al ver los tatuajes reaccionó de muy buena manera comentando que le gustaba mucho pero que no le demos ideas a los primos menores. Aún así, nosotros seguíamos con la alegría de querer mostrar nuestro nuevo tatuaje.

Al ver a mi madre le pregunté, ¿Que harías si me hago un tatuaje? y ella me respondió –  «¡Ni se te ocurra hacerlo!, te castigaría quitándote las llaves del coche (carro)» yo solo sonreí y le entregué las llaves. Obviamente mi madre me dio un discurso y se enfadó conmigo y mi padre simplemente dijo que no le parecía correcto. Para ellos quizá fue como un acto de rebeldía pero para mi simplemente era algo que siempre quise hacer.

Cuando mis padres vieron el gran tatuaje de mi primo, dijeron que su padre se enfadaría muchísimo con lo que habíamos hecho, así que nos dirigimos a casa de mi abuela donde había una reunión familiar.

Al llegar y dar la «gran noticia» se nos cayó el mundo encima – «¡¿COMO?, ¿QUE HAN HECHO QUE?!» – Me querían matar 😦   Continuará…