Refugiados

Desde hace pocos meses vivo en Alemania, en una ciudad donde, se dice, su gente es mucho mas amigable de todo el país, gente amable, muy abierta de mente y sobre todo más alegre. Algo difícil de creer pero aquí estoy, viviendo en Colonia y puedo confirmarlo.

Decidí venir para aprender Alemán como objetivo principal y, aunque esta historia no cuenta todo desde mi llegada hace ya 10 meses, quiero compartir con ustedes una parte de mi historia en esta ciudad, algo difícil de contar pero que tiene mucho valor y moraleja de donde aprender.

Como todos ya sabemos, la problemática en Siria, Iraq y países vecinos, ha ocasionado una gran ola de familias buscando una mejor vida, paz, supervivencia, salud y educación. Muchos de ellos llegaron a Europa y gran parte fue aceptada y ayudada a empezar una vida nueva luego del horror que vivían en sus calles. Algunos de ellos, los «refugiados» como los suelen llamar, están en Alemania, y para llegar al punto central de mi historia, algunos ya están instalados en Colonia.

Llevo 8 meses en una escuela de idiomas donde muchos de los alumnos son refugiados, algunos jóvenes que huyeron del terror en sus países, otros adultos que escaparon junto con su familia de una u otra manera hasta lograr salir de sus países. Gente, simplemente gente que tiene muchas ganas de aprender el idioma, de adaptarse a una nueva cultura, de ser mejores cada día y poder finalmente encontrar un buen trabajo que les haga, de alguna forma, sentirse como en casa. El gobierno Alemán ayuda a muchísimos refugiados con comida, vivienda, sistema sanitario, educación (aprender el idioma y luego seguir algo mas profesional) y transporte. No les falta nada básico y me alegra poder ser amigo de algunos de ellos. Al principio es difícil creer todo lo que me contaban sobre sus vidas en sus ciudades, su cultura, sus costumbres, su religión, sus creencias y sus tabúes. En ocasiones ellos me cuentan que es difícil ver ciertas «cosas» totalmente nuevas y diferentes a sus países, como las mujeres vestidas con ropa «mas ligera» o personas bebiendo y fumando mucho, etc. Todos ellos van aprendiendo de la nueva cultura y va integrándose a Alemania, a Europa.

La semana pasada, en la escuela, uno de mis amigos de Siria llamado Hamza, un señor de unos 55 años, amable y educado y con el que siempre hablo (en nuestro Alemán masticado) y mantenemos algunas charlas largas dejó de venir a la escuela sin decir nada. Nos empezamos a preguntar que habría pasado con Hamza, porque siempre venía a clase a la hora correcta y no solía faltar. Estábamos preocupados porque unos días atrás nos había contado que la calle donde vivía en Siria, había sido bombardeada y muchos de sus vecinos habían muerto o perdido todo, estaba muy triste cuando nos contaba esta historia. Él decía que había hecho todo lo posible por salir de ahí con su esposa y sus 4 hijos de entre 12 y 25 años, pero que más no podía hacer para ayudar a sus vecinos y amigos de toda la vida en aquella calle bombardeada.

Ese día que nos preguntábamos por su ausencia, uno de los alumnos entró a la clase y dijo a todos «Me han contado que Hamza ha muerto unos días atrás» –  Todos nos quedamos sorprendidos, estupefactos con aquella noticia. De inmediato la profesora llamó a la oficina de la escuela para informarse mejor sobre aquella trágica noticia, mientras algunas compañeras de clase echaron a llorar sin consuelo. Yo estaba callado, dolido y apenado. La profesora entró nuevamente al aula y nos dijo: «Ha habido una confusión, Hamza no ha muerto, él está vivo» – Noticia que sorprendió nuevamente a todos y por un segundo nos llenó de alegría…. pero la profesora siguió: «El que murió fue su hijo de 23 años» – pum! bombazo otra vez, todos tristes y acongojados. Obviamente nos preguntamos que había pasado pero no fue hasta el siguiente día que nos enteramos de lo sucedido.

Su hijo de apenas 23 años, se encontraba haciendo deporte en uno de los gimnasios de la ciudad, terminó su rutina y fue a las duchas a bañarse, ahí, mientras se bañaba, le vino un infarto muriendo, lamentablemente, ipso facto.

No pudimos localizar su número de teléfono ni su dirección para darle el pésame, así que esperamos unos días más hasta que apareció en la escuela – ya que el gobierno no permite ausencias a las clases pagadas a los refugiados y, en este caso de muerte de un familiar, sólo tenía como justificación 7 días de ausencia – Obviamente le dimos el pésame poco a poco, y le ofrecimos todo tipo de ayuda que él o su familia necesitase, aunque se le notaba en los ojos la pena gigantesca, el sacó una pequeña sonrisa y nos agradeció. Luego respiró profundamente, como un doloroso suspiro y sus lágrimas aparecieron silenciosamente. Se levantó de su escritorio y pidió permiso a la profesora para irse.

Es duro ver como una persona que escapa del terror de la guerra, buscando lo mejor para su familia, luchando y haciendo de todo para que sus hijos salgan adelante en un nuevo país, la muerte lo persiga y le arrebate, inesperadamente, una parte de su vida. No fue culpa de nadie, la muerte es parte de la vida, lamentablemente, y la vida se acaba con la muerte. Pero en este caso, mis queridos seguidores de mi blog, la muerte duele más cuando se lleva a alguien tan joven y mucho más aún cuando deja el dolor en una familia que luchó y sigue luchando para olvidar el terror pasado y presente que les tocó vivir.

Hamza sigue en clases, imagino que la fuerzas que tiene se la dan sus otros 3 hijos y su esposa, él quiere validar su título de doctor que trae consigo desde su país, aprender Alemán y poder finalmente trabajar dignamente para dar lo mejor a su familia.

Esta historia me conmocionó  estos días pasados, me hice la clásica pregunta ¿Porqué pasa esto a personas tan buenas? pero no hay respuesta lógica, son echos que desgraciadamente ocurren y ocurren siempre, lamentablemente. Y sobre la guerra no hay mucho que decir… sólo no entiendo porque seguir luchando contra nosotros mismos.

«NO HAY SUFICIENTE PAZ PARA TANTA GUERRA»

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